“Nosotros hemos comido y bebido con Él después de su Resurrección”. En el testimonio de los apóstoles, como cimiento, se asienta la Iglesia. Ellos habían sido testigos de cómo pasó haciendo el bien y también de su resurrección. Nuestra fe en Cristo resucitado, se apoya en su fe. Pero encuentra también dentro de nosotros una confirmación y despierta una exigencia. La confirmación de esta fe es obra del mismo Espíritu de Cristo resucitado que alienta en nuestro interior. La exigencia de una vida que se entrega sin descanso a transformar nuestro mundo, está alimentada por la esperanza de que el amor, que entrega la propia vida, es más fuerte que la muerte.